Sexualidad Humana articulo de Daniel Paccosi

SEXUALIDAD HUMANA-UNA PERSPECTIVA PSICOANLITICA

ASOCIACIÓN INCLUIME
TALLER DE SEXUALIDAD – UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA
3 encuentros los días viernes 13 y 27 de marzo y viernes 8 de abril
De 19 a 21 hs. 10 cupos máximo
Dirigido a docentes de todos los niveles de enseñaza, a quienes trabajan en el área de la salud en general e interesados en el tema.

Actividad no arancelada
Coordinado por Daniel Paccosi
Psicoanalista y actor
Inscripción previa a danielpaccosi@gmail.com

Veremos algunos fragmentos del texto “Tres ensayos para una teoría sexual“, de Sigmund Freud y “República“, de Platón que nos servirán de disparadores para trabajar el tema.

PARTE 1
UN EJE DE ABORDAJE POSIBLE
De qué estamos hablando cuando hablamos de sexualidad? Del Kamasutra? Del óvulo y el espermatozoide? De la prevención en salud sexual?
Seguramente que el tema puede abordarse desde muy diversas ópticas y teorías, en este caso me voy a referir a la sexualidad en su dimensión constitutiva del sujeto humano. Tal perspectiva implica decir en primer término, que la sexualidad nos atraviesa a todos sin excepción en lo más profundo de nuestro ser, cualquiera sea la condición de la persona. Desde luego que esta afectación estará sujeta a las vicisitudes de cada uno y a la diversidad de modalidades que caracterizan la vida sexual. Lo importante es tener presente que no existe posibilidad “para nadie” de estar por fuera de esta dimensión se plantea como inherente a la condición humana.
A partir de Freud y de su descubrimiento del inconsciente, se produjo un quiebre en la concepción de la sexualidad humana, un antes y un después. El eje fundamental de esta concepción puede pensarse, de un modo muy esquemático, a partir de tres importantes factores:
1. El hecho cierto de una sexualidad que ya no ubica su punto de partida en la pubertad, para dar paso a una concepción que contempla la actividad sexual desde la misma infancia. Es en esta etapa del ciclo vital donde el padre del psicoanálisis descubrió y sometió a un exhaustivo análisis las primeras manifestaciones de la actividad sexual, claro está, con características que difieren de aquellas que se presentan en un sujeto adulto.
2. El segundo punto de relevancia, lo determina la ruptura definitiva con la concepción clásica que entendía la sexualidad como algo puramente genital, una sexualidad reducida a parámetros exclusivamente biológicos y en este sentido, universales, es decir, iguales para todos.
El salto cualitativo que da Freud permite incluir toda una variedad de afectos suscitados en un sistema psíquico constituido por espacios o subsistemas, interconectados entre sí, regidos por leyes y principios de funcionamiento que van a marcar en definitiva, los avatares del deseo humano, cuyas características son absolutamente singulares. En principio digamos que toda moción de deseos, conscientes e inconscientes, representan para la economía psíquica del sujeto, un gasto energético en términos de exigencia de satisfacción no suprimible, exigencia a la cual habrá que responder de algún modo. El fin último de estas mociones será sortear la censura y luego alcanzar las vías motrices, a cargo del pensamiento racional consciente, para dar curso a la satisfacción buscada. La complejidad de esta operación radica en que tales mociones de deseos recorren un sistema psíquico dividido en subsistemas que presentan intereses contrapuestos, lo cual le hará decir a Freud que el placer sentido en el – sistema inconsciente – resultará displacentero para el – sistema consciente preconsciente. En este sentido, el placer neurótico es placer sentido como displacer. Se presenta así, una conflictiva estructural de la vida anímica que la neurosis de cada uno deberá tramitar de algún modo.

3. Por último, quiero referirme brevemente, a los conceptos de trauma psíquico y pulsión sexual, íntimamente vinculados entre sí.
En principio, se podría ubicar el momento de irrupción de la pulsión sexual en un tiempo psíquico no susceptible de recuerdo, un tiempo donde el cuerpo biológico tramita sus necesidades básicas con el apoyo de un “otro auxiliador”, un primer Otro que interpreta y da sentido a los requerimientos vitales del recién nacido. Momento inaugural del aparato psíquico en el que se constituye una matriz afectiva, un lugar psíquico que va a signar de ahí en más, la relación inconsciente del niño con el mundo de los otros. Lo paradójico de esta matriz primordial que lo auxilia de graves desequilibrios e inclusive de la muerte, es que está intervenida, para decirlo de un modo gráfico, por un Otro que también es deseante y que también pide cosas. Interponer en esa matriz reguladora de la relación con el Otro (los otros), algo del propio deseo no resulta una operación sencilla.

Se conjugan en este punto varios factores que complejizan la reciprocidad afectiva de toda relación. Voy a considerar solo dos de estos factores:
a) La omnipotencia infantil, reforzada por el necesario lugar de privilegio que ocupa el recién nacido, omnipotencia que responde al reclamo libidinal de las pulsiones nacientes y que confronta al niño con la instancia de lo imposible.
b) El otro factor al que quiero hacer referencia, está dado por el momento en que el niño comienza a percibir que en el mundo que habita, no todo es factible de realizar y fundamentalmente, que no todo “está bien”. Momento clave en el que un monto de angustia hace su irrupción y que podrá manifestarse, para decirlo muy resumidamente, en términos de un posible castigo, en términos de la posible pérdida del amor del Otro.
Una variante subrogada de esa angustia podrá ser a posteriori, el llamado sentimiento de culpabilidad, sentimiento que en la neurosis hace estragos, sobre todo porque irrumpe en circunstancias donde el común denominador suele ser la privación de un deseo.

Esa angustia frente a un posible peligro, la pérdida del amor, encuentra su conexión inconsciente con un reclamo libidinal que contradice las expectativas del Otro significativo. En otros términos, tal castigo (desde luego imaginario que podrá cobrar o no, visos de realidad) se produce en el marco del desencuentro que suscita el deseo en el mundo humano.
Esto es lo que se juega a nivel de esa matriz primordial, profundamente inconsciente, reguladora de nuestras relaciones con los otros, independientemente de la época y del sistema cultural. El sujeto del que habla el psicoanálisis es y será por siempre, un sujeto deseante.

SEXUALIDAD HUMANA
UNA PERSPECTIVA PSICOANLÍTICA
Dirigido a docentes de todos los niveles de enseñaza, a quienes
trabajan en el área de la salud en general e interesados en el tema.
PARTE 2
LA PULSIÓN. DIFERENCIA CON EL INSTINTO. EL CIRCUITO DE LA
SATISFACCIÓN
El hecho de que semejante operatoria, devenir en sujeto deseante, se lleve a
cabo a través del andamiaje simbólico del lenguaje, establece la diferencia
fundamental entre el instinto puramente animal y la pulsión. Solo voy a
mencionar respecto de esta diferencia, que el instinto tiene un objeto
predeterminado, el mismo para toda la especie y que la pulsión supone un
objeto muy lábil, al punto extremo de afirmarse que no existe. En todo caso
existen objetos posibles, objetos dadores de satisfacción en algún grado,
digamos el objeto que cada uno pueda encontrar, imaginar e inclusive,
idealizar, sino, pensemos lo que sucede en el estado de enamoramiento con
la idealización del partenaire afectivo.
Lo fundamental de tal afirmación, es que no solo no hay un objeto
predeterminado y universal para la pulsión, sino que tampoco hay un “saber”
sobre este objeto, en el sentido de un saber previo. Lo que se sabe
justamente, es que no hay saber. De lo contrario, enamorarse se ría algo muy
fácil y uno podría ir a una academia por ejemplo o comprar algún libro
orientador que garantizara el éxito de la búsqueda. Están los garantizadores,
pero no el objeto.
Hablar de pulsión en psicoanálisis, es hablar de sexualidad, de zonas
erógenas corporales y también de mociones psíquicas que representan
placeres diversos correspondientes con estas zonas erógenas. Así la boca,
constituye la fuente erógena del placer oral, el ojo, del placer de ver, por dar
algún ejemplo. La ausencia de objeto a la que recién me refería, hace que
estos placeres se satisfagan de maneras extraordinariamente diversas según
el caso.
El circuito pulsional de la satisfacción, al estar atravesado por el lenguaje,
se somete a modos gramaticales de satisfacción que Freud denominó activo,
reflejo y pasivo. Así, en la pulsión de ver será respectivamente:
placer de ver – placer de verse – placer de ser visto o hacerse ver.
Modos que cada quien podrá bordear a su manera.
Claro está, que los costados del placer presenta matices más oscuros y
controvertidos. Ese mismo circuito podría reflejarse en verbos como:
martirizar – martirizarse – hacerse martirizar
Para ejemplificar con algo conocido, pensemos en los típicos autorreproches
de los que todos algo sabemos. Estos pensamientos torturantes encajan
perfectamente en el 2do modo de la gramática pulsional, el automartirio
(martirizarse, en el ejemplo de arriba).
Freud dirá del sufrimiento, que más allá de la búsqueda de placer que regula
la actividad anímica (principio de placer) , hay otro goce, otro principio
regulador, en este caso, vinculado al sufrimiento.
Cuan lejos estamos, llegado a este punto, de un placer reducido a la pura
genitalidad.
Daniel Paccosi
Lic en Psicología MN 16701